En primer lugar, hay que tener en cuenta que nuestro logo va a verse en multitud de plataformas diferentes: imágenes estáticas, vídeos, carteles, banners, etc. Por tanto, la versatilidad de la ilustración es de suma importancia. El segundo punto es la capacidad de la imagen para quedarse en la mente del público. Es decir, el potencial consumidor debe recordarla y reconocerla frente a otras fácilmente. En dependencia del target objetivo, el logo tendrá unas formas o colores determinados; evidentemente, no es lo mismo un logo para adolescentes que para ancianos. Además, el logo siempre debe dar a entender a qué se dedica la empresa y cuáles son sus productos o servicios.
Un buen diseño de logo puede sobrevivir durante mucho tiempo en la empresa. Más si la ilustración llama la atención y consigue perpetuarse en la mente del consumidor. Si el impacto que se produce es lo suficientemente fuerte como para que la gente pueda identificar la imagen frente a otras, se habrá conseguido al objetivo fundamental: estar en la cabeza del cliente. Un buen logo es la clave de una identidad corporativa eficaz.